No obstante ha decidido pintar usted también a Miguel de Unamuno.
Sí, en efecto. Unamuno ha sido, quizá, el escritor español más retratado: el bilbaíno Juan de Echevarría, el también bilbaíno Manuel Losada, el vizcaíno Ramón de Zubiaurre, los guipuzcoanos Ignacio Zuloaga y Ascensio Martiarena, el barcelonés Luis Marquina, el valenciano Joaquín Sorolla, el madrileño José Gutiérrez Solana, el granadino López Mezquita, el onubense Daniel Vázquez Díaz, el cordobés Pedro Bueno, la mallorquina Pilar Muntaner Maturana, el italiano Guido Caprotti, el cubano José Aguiar García, los salmantinos María Cecilia Martín Iglesias y Graciliano Montero...
Es lógico; ya en su época, Unamuno se rodeó de artistas. De hecho él mismo se acercó a la pintura, y éste es otro aspecto de su personalidad que le hace especialmente atractivo para mí. Algo similar me sucedió mientras profundizaba en la figura de Buero Vallejo y ejecutaba el retrato del dramaturgo que ahora forma parte de la colección del Museo Nacional del Teatro, ubicado en Almagro. Durante ese proceso de intenso análisis del personaje y sus circunstancias, llegué a desarrollar una enorme empatía hacia el autor. Y a admirar considerablemente sus dotes pictóricas, prematuramente truncadas por sus avatares durante la guerra. Casos como estos nos hacen comprender que literatura y pintura, aun siendo disciplinas diversas, comparten ciertas inquietudes y objetivos.
Unamuno se siente fascinado por el paisaje y esta circunstancia también nos aproxima, pues adscribiéndose buena parte de mi producción pictórica al impresionismo, debo mucho de cuanto he aprendido sobre la luz y el color a la naturaleza, tanto al mar como a la montaña.
Unamuno cala hondo en el pensamiento español y, en cierta forma, se convierte en paradigma de la integridad intelectual y humana en general: el hombre de principios dispuesto a arriesgarlo todo por ellos. En efecto parece difícil resistirse a la fascinación que ejerce su figura.
Sí, Unamuno es realmente un icono. Sobrecoge advertir cómo su presencia en Salamanca, tantas décadas después de su muerte, sigue pareciendo poderosamente viva en cada esquina. Es sorprendente y admirable. Si bien por mi actividad como paisajista he recorrido muchos de los pueblos de la geografía española, en los últimos años me he vinculado especialmente al norte de Extremadura, lo que justifica también mi interés por figuras esenciales del panorama cultural de la región como Gabriel y Galán o el escultor Enrique Pérez Comendador. Retratos ejecutados por mí de ambos personajes forman parte de la colección estable de los Museos Provinciales de Cáceres y Badajoz respectivamente. La cuestión es que desde el norte de Extremadura, que visito siempre que puedo, me resulta fácil desplazarme a Salamanca, una ciudad que siempre considero un privilegio poder recorrer. Y es así, respirando en el ambiente de sus calles el recuerdo vivo de Unamuno, como nació la necesidad de retratarle también a él.
Por otro lado su retrato de Unamuno se aleja bastante de los cánones predominantes en el resto de retratos del autor.
Efectivamente muchos de los retratos de Unamuno fueron realizados por pintores del norte o que, sin serlo, a menudo rindieron homenaje a los orígenes del modelo privilegiando los colores fríos típicos de la cornisa cantábrica. Yo quería transmitir otra visión de él: la que, sin haberle conocido personalmente, ha forjado mi propia imaginación a partir de cuanto de él sé. Quería un retrato muy clásico y esencialmente oscuro, que pusiese de manifiesto las luces y las sombras y evocase una personalidad compleja, propia del hombre inclinado a la reflexión. Ya sabe, “quien aumenta su saber, aumenta su dolor”. Es un cuadro sobrio y austero, pero no necesariamente adusto. Diría que se trata de un retrato de regusto castellano. He pretendido hacer de él una obra cargada de lecturas accesibles a los conocedores de la vida y vicisitudes del autor.
Por eso me satisface muy especialmente que descanse en la Casa Museo de Unamuno en Salamanca, un lugar donde podrá ser disfrutada por los muchos admiradores del autor, precisamente en la ciudad que tanto le quiso y que sigue rindiendo honores a su figura y lo que ésta representó para el pensamiento. Su compromiso con una institución esencial para la formación del individuo, una institución que no ha que impartir únicamente conocimientos sino también principios, justifica el que se haya convertido en el rector más recordado de la Universidad salmantina. De hecho la Casa Museo está integrada en el Servicio de Archivos y Bibliotecas de la Universidad de Salamanca, y ello es un orgullo añadido para mí, pues sin duda, por derecho propio, la Universidad de Salamanca se ha convertido en el principal sello de identidad de la ciudad, la institución de más peso y el exponente cultural por excelencia. Y ello a pesar de que Salamanca es una ciudad monumental en la que por doquier surgen edificios fascinantes, como su Catedral, y donde los aficionados a las letras pueden visitar el Huerto de Calixto y Melibea.
La Universidad de Salamanca ha tenido la lucidez y la generosidad de recordar a esos dos grandes iconos que fueron Fray Luis de León y el propio Unamuno como merecen, manteniendo su memoria tan viva como si nunca se hubiesen ido. Realmente me estremece pensar que mi retrato estará en la casa donde él vivió durante su primer periodo como rector en Salamanca, y que allí se encuentran también los objetos que le acompañaron, hasta su muerte, durante su arresto domiciliario en la casa familiar de calle Bordadores, donde pasó sus últimos días encerrado por defender el derecho y la obligación del pensamiento a no doblegarse ante la cerrazón y la violencia.
En efecto tengo entendido que el retrato ha pasado a formar parte de la colección de la Casa Museo en septiembre.
En concreto, el diecisiete de septiembre. Coincidiendo con el acto en el que la Universidad invistió Honoris Causa a Vargas Llosa, autor que también ha sido retratado por mí. Curiosamente, ataviado para otra ceremonia previa de investidura por otra universidad española.
¿Desearía añadir algo más?
Desearía agradecer el entusiasmo con el que la obra ha sido acogida por doña Ana Chaguaceda Toledano, directora de la Casa Museo, y todo su equipo. Así como la extrema calidez que me ha sido dispensada por la institución que ellos representan. Para un autor, que siempre siente una responsabilidad hacia sus obras, es esencial que éstas puedan ocupar el lugar más apropiado para ellas, aquel en el que cada cuadro pueda tener realmente una vida plena y ser disfrutado por un público preparado para apreciarlo y por conservadores que se revelen profesionales verdaderamente comprometidos con el arte. Porque mientras una ubicación inadecuada de una obra puede llegar a envilecerla, su disposición en un emplazamiento adecuado donde se le dispensen los cuidados y respeto debidos, sin ninguna duda, la enriquece y ensalza. Precisamente por eso no imagino un lugar mejor en el que este retrato de Unamuno pudiese estar, ningún lugar más comprometido con la cultura salmantina y el pensamiento en general.
Alejandro Cabeza (Barcelona, 1971). Licenciado en 1993 en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de la Universidad Politécnica de Valencia. El crítico de arte Francisco Agramunt lo incluyó en su Diccionario de Artistas Valencianos del siglo XX (1999) y en Artistas Valencianos del Siglo XX (2000). Lorenzo Berenguer lo incluyó en Artistas Valencianos Contemporáneos (1997) y en Artistas que dejan huella (2000). En 2001 la Diputación de Valencia publicó su libro de paisajes Luz Valenciana.
Ha participado en diversos certámenes locales, nacionales e internacionales de pintura, y ha sido ganador y accésit, así como finalista, en varios de ellos. Ha participado en una veintena de exposiciones colectivas e individuales desde 1988. Entre ellas cabe destacar las varias individuales realizadas en el Círculo de Bellas artes de Valencia, su exposición individual en el Centro Cultural de los Ejércitos (Antiguo Gobierno Militar) de Valencia (1997) y en el Museo Vicente Blasco Ibáñez de Valencia (2004). O sus exposiciones colectivas en el Ateneo Marítimo de Valencia (1990), en el Museo de la Ciudad de Valencia (1994) y en el Palau de la música de Valencia (2005).
Algunos de sus cuadros permanecen expuestos en edificios oficiales o forman parte de los fondos de diversas instituciones, organismos y centros públicos, como el Círculo de Bellas Artes de Valencia, Gobierno Militar de Valencia, la Excelentísima Diputación Provincial de Valencia, el Excelentísimo Ayuntamiento de Barcelona, el Excelentísimo Ayuntamiento de Valencia, el Ilustre Colegio de Notarios de Valencia... Sus pinturas están integradas en las colecciones de: Museo Vicente Blasco Ibáñez de Valencia, Museo de la Ciudad de Valencia, Museo Nacional del Teatro, Museo Provincial de Cáceres y Museo Provincial de Bellas Artes de Badajoz, Museo de Aeronáutica y Astronáutica de Madrid... Dos retratos suyos de los escritores Alejo Carpentier y Nicolás Guillén son patrimonio del pueblo cubano y se exponen en la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. Otras de sus obras ─entre las cuales un retrato del escritor Ángel Ganivet─ han pasado a convertirse en patrimonio de instituciones finlandesas y descansan en Helsinki. Su retrato de Ana María Matute forma parte de los fondos de la Real Academia Española y permanece expuesto en uno de los salones de su sede principal en Madrid. Un retrato suyo de Antonio Machado pertenece a la Real Academia de San Quirce de Segovia y se expone en la Casa Museo Antonio Machado de la ciudad. Un retrato de Miguel de Unamuno de su autoría pertenece a la Universidad de Salamanca y descansa en la Casa Museo del autor. Su retrato del poeta Antonio Carvajal es patrimonio de la Academia de Buenas Letras de Granada. Otros retratos suyos se incorporarán en breve a las colecciones permanentes de instituciones como el Museo Casa Molino Ángel Ganivet o la Universidad Internacional de Andalucía.
Parte de su pintura ha sido adquirida en el extranjero y ha pasado a engrosar colecciones privadas de España, distintos países de Europa, Sudamérica y Norteamérica. Otras obras han sido escogidas como portada para diversas publicaciones. Cabe destacar al respecto la antología de cuentos de Vicente Blasco Ibáñez editada por Akal en 2009 y La pugna ortográfica: ¿Lengua valenciana, lengua catalana o lengua occitana? (Valencia, 1999). Sus cuadros han ilustrado también algunas publicaciones de la Universidad de San Buenaventura de Cali (Colombia).
Ejemplos de su pintura pueden contemplarse en www.alejandrocabeza.net .
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